Mujeres Cíclicas | Por Jael Uribe

 


 

Sororidad, hermandad. Palabras que usamos al azar para convertir en “buena y válida” la forma en la que con nuestras acciones, minimizamos el potencial y la capacidad de inteligencia de mujeres como nosotras. Porque ser mujer incluye ser una con el eje de la tierra, reconocernos semillas con una misión de vida que no podremos alcanzar nunca, sin el respaldo de las otras. Si, las otras: Esa hermana que te dió la mano, que creyó en ti cuando eras invisible, cuando nadie pronunciaba tu nombre. Esa hermana que vió en ti el talento y te prestó su sueño para que juntas se levantaran y alcanzaran las estrellas. Esa que vió en ti, algo que ni tú misma viste en su momento. 

 

Sororidad es también ser agradecida. Estrechar la mano de quien ya ha cumplido su misión en tu vida y soltar, sin resentimiento. Saber decir adiós con gracia cuando lo has dado todo, para que otras se levanten, triunfen y sueñen contigo un sueño. Amar tanto, como para sacrificarse por el bien de todas, dejando de lado tu propio ego. 

 

Amar a tu hermana, bendecirla si triunfa, entenderla si peca, apoyarla si cae, porque en este cuerpo de agua que somos, nadie es un océano en si misma, sin todas las gotas restantes. 

 

Amar también significa reencontrarte y reconocerte en la otra. Entender que las demás son también hermosas, inteligentes, creativas, fuertes y que juntas, son una marea indetenible y maravillosa. 

 

Hermanad, sororidad. A través de este lazo entendemos el camino, el procedimiento para aceptarnos las unas a las otras, con defectos, vernos como en verdad somos, sin hacernos pretensiones ilusorias. ¡Esa es la clave del crecimiento, del éxito y de la grandeza!

 

Esa hermana atada a tu hilo rojo de conciencia, que te reta y te hace sentir vulnerable o amenazada, carga en su regazo una enseñanza indispensable, lleva el sello de tu amor propio, de aquello que toleras hasta el punto en que dices ¡Basta! 

 

Ser hijas de la madre tierra significa hacer y ser la diferencia. Nutrirse y crecer a contra viento recodando, que la naturaleza es sabia, pero también temida y todo el tiempo subestimada. 

 

Por eso es necesario estar en paz con una misma, entregar lo que somos capaces y cumplir nuestra misión de vida sin detenernos en la crítica, los obstáculos o los aplausos.

 

Seguir, porque la vida es cíclica y no se puede contener una semilla, cuando esta decide abrirse al destino que le aguarda. Tú eres tu propia semilla.


¡Bienvenida a la paz, el amor, la esperanza y la hermandad, en este nuevo ciclo de vida! 

 


 

Jael Uribe

Fundadora Grito de Mujer

 

 

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